Existe suficiente evidencia epidemiológica, tanto nacional como extranjera que constata que los antecedentes de maltrato infantil se relacionan a psicopatología adulta, especialmente con cuadros tan prevalentes en nuestro medio como es la depresión. Clínicamente este tipo de experiencias se asocian a elementos que definen la depresión como severa, tales como conducta suicida, co- morbilidad con adicciones y resistencia a tratamientos, así como a un mayor uso de los recursos de salud. Pese a lo anterior, hasta la fecha los servicios de salud han respondido frente al trauma infantil y sus consecuencias igual que el resto de la sociedad, es decir con silencio y negación. De hecho en ninguno de los Protocolos de atención vigentes para el tratamiento de la Depresión figuran indicaciones específicas de abordar las consecuencias psicológicas de experiencias de abuso físico y sexual de la infancia. Lo anterior adquiere mayor relevancia aún, si se considera que las pacientes depresivas crónicas con antecedentes de trauma infantil responden mejor a los tratamientos psicoterapéuticos validados para la depresión, que a los tratamientos farmacológicos. El objetivo de esta investigación es evaluar la efectividad de un protocolo de tratamiento que aborde en forma activa los antecedentes y las consecuencias debidas a situaciones de trauma psíquico infantil en mujeres con Depresión Severa, comparándolo con el tratamiento naturalista que actualmente reciben en el Servicio de Salud Mental del Hospital de Curicó. Se utilizará una metodología experimental. Una muestra de mujeres que ingresen en primera consulta al Servicio de Salud Mental del Hospital de Curicó, durante el año 2006, con diagnóstico clínico de Depresión Severa, se les aplicará la escala de Marshall, que registra en forma directa el recuerdo anamnéstico de trauma infantil. Aquellos pacientes que obtengan tres o más puntos o registro positivo para abuso sexual serán randomizadas, asignándoselas aleatoriamente al grupo experimental que recibirá el tratamiento protocolizado y al grupo control que recibirá el tratamiento naturalista. Ambos grupos se evaluarán al inicio, luego de uno, tres y seis meses de evolución con test de Hamilton , OQ-45 y una batería de escalas que incluyen síntomas de estrés postraumático, percepción de violencia intrafamiliar y otras. Paralelamente los médicos tratantes registrarán en la ficha los cambios clínicos, permaneciendo ciegos a los puntajes de los tests.Se espera encontrar una mayor respuesta clínica y en un menor plazo en pacientes del grupo con tratamiento protocolizado en comparación con el grupo de tratamiento naturalista. Se espera además encontrar un menor costo de tratamiento en el primer grupo, evidenciado a través de menos poli-consultas a urgencia, menos hospitalización y menor uso de medicamentos. |